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Escrito de Peny

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Cuando preparábamos los libros de entrevistas para su impresión, Lazaris me pidió, como un favor para él, compartir un escrito que redacté hace varios años. Por lo general soy renuente a hablar de mis experiencias metafísicas—de alguna manera parece trillado hoy en día mencionar el ver fantasmas, usar la telepatía, tener experiencias extra corporales, comunicarse con gente “muerta”. Incluso las profundas experiencias con el Yo Superior e uno mismo de alguna manera se están volviendo casi una trivialidad. Todavía no sé realmente lo que pienso de todo esto.

En todo caso, unos amigos cercanos me pidieron que escribiera algunas líneas sobre mi odisea espiritual y escribí este texto en tercera persona. Este texto cubre primordialmente el periodo previo a que Lazaris comenzara a canalizarse a través de Jach, que fue el 3 de octubre de 1974.

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Hubo una época en la que todo parecía ser una brillante confusión. El aprendizaje siempre había sucedido con facilidad y los triunfos siempre habían llegado casi con la misma facilidad. Una vez un profesor preferido le dijo: “Siento pena por ti. Entre tu buena suerte y tu alto cociente intelectual, nunca conocerás la satisfacción del logro ante un reto difícil”.

En este tiempo el propósito de la vida parecía ser aprenderse las reglas y luego darse cuenta de que se suponía que tú debías saber cuándo y cómo modificar las reglas sin ser pillado. Le habían dicho que el propósito de la vida era ser virtuosa, buena, cortés, y rezarle a Jesús…Y siempre ser la mejor de su clase.

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No se habían dado cuenta que con excesiva frecuencia la inteligencia que se necesita para ser siempre la mejor pondrá al descubierto la estupidez de la filosofía moral que al mismo tiempo esperan inculcar. Y entonces la confusión se intensifica.

La confusión cesó hace ya mucho tiempo, y sólo rara vez un trozo de ella es arrastrada nuevamente hacia la playa, como un tablón desprendido de un galeón hundido mucho tiempo antes. A veces, cuando ella trataba de explicar cómo llegó de allá hasta aquí, las paradojas y los cambios de octavas y las mezclas de realidades se enredaban tanto que ella sólo deseaba alzar los brazos y reírse. ¿Cómo podía decirles que la manera de llegar a la otra orilla quizás pudiera implicar dejar que tu nave inicial se hundiera, y entonces tener que confiar en que la propia diosa del mar te transporte de regreso a las sólidas arenas cambiantes?

El enfoque de su mundo ahora era el amor, y ella se daba cuenta plenamente de la dulce y falsa amenaza de tratar de hablar del asunto. Ella sabía que para la gente era difícil comprender el amor que había entre ella y Michaell y Jach, pero era tan vivo y real e incluso flexible, que ellos mismos lo consideraban un amigo consciente. Y cambiando otras cuantas octavas, estaba el amor de pareja que compartía con Michaell, un estado de ser que aún la dejaba sin aliento al verlo crecer y estirarse como una molécula consciente que se da cuenta de que puede evolucionar hasta convertirse en una estrella.

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Toda su vida giraba en torno a esta cálida pirámide de amor, y la pirámide misma, cual beduina alumbrada por velas en el oscuro desierto nocturno, le infundía valentía y energía para encontrarse de frente con el Universo y su Danza del Caos. Ya no le importaba ser la mejor, ni ganar, ni siquiera lo que otros pensaban de ella. A ella sí le importaba el amor, y en cuanto a lo demás, le parecía difícil de explicar.

¿Cómo podía decirles que en realidad todo es ilusión en este planeta? Y peor aún, ¡cómo podía decirles que el truco para manejar la ilusión es concentrarse en un fragmento a la vez y cambiarlo frente a tus propios ojos, y entonces darte cuenta de que no puedes darte palmadas en la espalda porque tú sólo transformas mágicamente una ilusión! El problema no la mantenía preocupada, sin embargo, pues se había dado cuenta hacía mucho tiempo de que no les debía nada, y sabía que sólo danzaría la danza mientras fuese divertida.

Recordó la extraña época cuando se había dado cuenta más allá del punto de refutación de que la realidad era una ilusión formada por hologramas y espejos. La libertad de la comprensión no tardó en oscurecerse son una sensación de insensatez que se deslizó a través de su campo de juegos, como la creciente sombra del crepúsculo. Por un tiempo pareció que la noche triunfaría; por un tiempo pareció que su entrada a la Capilla de Riesgo había excedido finalmente sus recursos.

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Ella estaba muy consciente de su dilema. Finalmente había ido demasiado lejos. Había violado todas las reglas de la censura y la restricción “por tu propio bien” y, como una niña errante que sorprende a papá disfrazándose de Santa Claus, había tropezado con la más vacía y libre de la comprensiones—no hay nadie allá afuera para rescatarme.

El abismo no ofrece guía de turistas. Tú investigas por ti mismo. Así que ella estudió todo lo que podía encontrar acerca de los pocos que habían estado ahí, y la confusión casi acabó con la búsqueda. De todos los espíritus amorosos fue Blavatsky quien finalmente la obligó a ver que sólo había, después de todo, dos opciones.

El cosmos apoya la sencillez sin excepción.

Las opciones se encuentran entre capas de paradojas tan gruesas y complejas que terminan viéndose idénticas en la superficie. En la superficie ambas dicen: “Entrégate”. Pero bajo de una de ellas está la locura completa—la locura de entregar tu poder para que el otro lo haga todo por ti, la locura de la apatía y la carencia de significado y el eterno aburrimiento y el miedo. Sin embargo, esta opción tiene la fachada más bonita porque atrae tu atención con imágenes de una infancia idílica y es sumamente tentadora.

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Ella había tomado ese bonito retrato y pensó en la posibilidad de inscribirse. Había permanecido de pie ahí, sosteniendo esta tentadora opción como una hermosa caja de música que suplica ser escuchada; se había asomado hacia los vientos glaciales de la evidencia decisiva del abismo y sintió el tirón del vacío bostezante, el espacio y la forma de la consciencia resumidos en el plano físico por los astronómicos hoyos negros del espacio. Y justo en el momento crítico, cuando las primeras notas de la caja mecánica de música llegaron a sus oídos, ella en cambio comenzó a tararear su propia canción…Y se encendieron las luces.

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Algún día, si tienes deseos de preguntar, te contaré cómo ella creó un mundo complejo y sumamente mágico, lleno de actividad en tiempo presente. Un mundo de arte y libros y música. Un mundo de comunicación con entidades “muertas” como Anäis Nin y Colette, un mundo de juegos con diosas olvidadas hace mucho tiempo como Isis y la Anciana Sabia*[1], un mundo de inquieta creatividad que claramente reconoce a la autolástima y al aburrimiento como enemigos y de buena gana se enfrenta a ellos.

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El “cómo” de todo ello no es tan importante como el “porqué”, y ella era extremadamente cautelosa con cualquiera que le dijera que no preguntara “por qué”. Primero creas el tipo de espacio en el que quieres jugar, y luego manifiestas los juguetes. Lazaris le había dicho eso tantos años antes, y ella había reído con deleite al ver el espacio tomando forma.

A veces, muy noche al estar en una sesión con Lazaris, sentía el amor entre ellos como voltaje puro, y se agradecía a sí misma otra vez por haber vuelto a colocar aquella hermosa caja de música a la orilla del abismo hacía tanto tiempo.

Te amo,

Peny

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